martes, 10 de abril de 2018

¿Qué más tiene que ocurrir? República ya

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2018/04/10/ocurrir/912391.html

"La imagen de cuatro ministros del PP, junto a curas y militares, en la procesión de los legionarios de Málaga, entonando el himno fascista El novio de la muerte dice muy a las claras, amén del tufo de nacionalcatolicismo con olor a sacristía y espíritu cuartelario, en manos de quiénes estamos".



 
Dicen algunas personas que son fieles a mi cita quincenal con LA OPINIÓN que valoran de mis escritos el tono respetuoso, comedido, nada rayano en el insulto, pero, a su vez, no exento de contundencia y de vehemencia cuando es necesario. Hoy voy a continuar en esa línea de vehemencia, pero con una alta dosis de cabreo. En mi columna de hace quince días hablaba de la deriva autoritaria del Estado, aportando hechos concretos como el recorte de las libertades ciudadanas, la ¿sólo torpeza? con que magistrados, fiscales y el Gobierno están conduciendo el tema catalán, y la inhibición del Ejecutivo para dar cumplimiento a lo estipulado en la Ley de Memoria Histórica. Los hechos acaecidos estos últimos días me han dado la razón y vienen a acrecentar la sensación de que, cada vez más, vivimos en un Estado fallido. 

Empecemos por el affaire de Cristina Cifuentes. A las muchas irregularidades que se van conociendo sobre el máster que nunca debió obtener se suma la última denuncia del medio que ha destapado todo el asunto, eldiario.es: la todavía presidenta de la Comunidad de Madrid sacó tres sobresalientes y dos notables en asignaturas impartidas antes de que ella se matriculara en las mismas. Una de sus profesoras, además, ha confesado que el tribunal de ese máster era un fraude. Y la situación es grave porque este fraude y los innumerables casos de corrupción que salpican al PP demuestran que este partido, una banda de amiguetes organizada para delinquir, ha hecho del engaño, la triquiñuela, el desprecio a la ciudadanía y la patrimonialización de lo público su forma de medrar en política, subsistir y aferrarse al poder. 

Otro asunto. La imagen de cuatro ministros del PP, junto a curas y militares, en la procesión de los legionarios de Málaga, entonando el himno fascista El novio de la muerte dice muy a las claras, amén del tufo de nacionalcatolicismo con olor a sacristía y espíritu cuartelario, en manos de quiénes estamos. No sé ustedes, pero la sensación de bochorno y vergüenza que sentí al enterarme de la noticia sólo fue superada por la indignación que, como ciudadano de un país civilizado, me produjo tan impúdica exhibición de adhesión a unos valores militaristas rancios y trasnochados que creíamos del pasado. Porque si hay un cuerpo militar que personifica más nítidamente los esquemas machistas, autoritarios y retrógrados, ése es la Legión. La misma que, a las órdenes de Franco, aplastara en octubre de 1934, a sangre y fuego, la revuelta asturiana. La misma que hace de la apología de la muerte su razón de ser. 

Ministros cantando el himno de la Legión; banderas ondeando a media asta por la muerte de Cristo en estos pasados días de Semana Santa; profusión y empacho de información sobre los desfiles bíblico-pasionales en la TV pública; indisimulada profesión de fe de los miembros de la Familia Real en actividades que, en todo caso, debieran revestir el carácter de privadas; inmatriculaciones por la Iglesia de parte del patrimonio que debiera ser público; aumento de los conciertos educativos a colegios de religiosos y religiosas que siguen segregando por sexo, etc. Hay, en efecto, un regreso al nacionalcatolicismo más rancio, sutilmente introducido en nuestra vida cotidiana por estos delincuentes disfrazados de políticos a los que aún permitimos (¿por cuánto tiempo?) que lleven las riendas del país.

En otro orden de cosas, el ridículo que, a escala europea, están protagonizando el Gobierno, nuestro sistema judicial y la Fiscalía del Estado, como inductora de unas acusaciones sobre los dirigentes del procés que no son vistas con la misma gravedad por los magistrados de Bélgica y Alemania, debiera llevarnos a la conclusión de que esta concatenación de hechos y la especial saña que se ha proyectado sobre esos políticos roza ya lo permisible a un Gobierno que ha venido practicando la 'catalonofobia' como granero de votos. Quien siembra, cosecha: las gravísimas declaraciones de Federico Jiménez Losantos alentando el terrorismo (esta vez sin castigo) son producto del clima belicista desatado contra Cataluña. 

Acabo de regresar de una estancia fugaz en la bella ciudad de Barcelona y lo que he detectado en las gentes es un deseo de seguir adelante, conscientes de que los sucesivos resbalones del Estado central con respecto al tema catalán coexisten (yo no lo pongo en duda) con un cierto proceso rupturista del que una buena parte de la sociedad catalana participa. Porque que los árboles no nos impidan ver el bosque: las movilizaciones de octubre en Cataluña y las que están por venir anticipan, quizás, una quiebra ya más que evidente del Estado de la Transición, de la que Cataluña ha constituido una avanzadilla. 

Si a estos hechos sumamos el deterioro de la imagen de la monarquía borbónica, por los roces, nada disimulados estos días, entre la reina actual y la emérita, junto a la reactivación de las movilizaciones sociales, como las Mareas, el despertar de la lucha por la igualdad efectiva de derechos de la mujer con el hombre, y las reivindicaciones de los pensionistas podemos colegir que todos estas situaciones están abriendo brechas en un Régimen de la Transición que hoy está haciendo aguas por todas partes. 

Si este Régimen resiste es debido a que el partido mayoritario de la oposición, el PSOE, en lugar de encabezar valientemente una alternativa de cambio, se está escudando en una posición acomodaticia haciendo causa común con quienes sienten aversión a modificar el statu quo. Por ello, cuando van a cumplirse 87 años del advenimiento de la Segunda República Española, quienes pensamos que esta situación es insostenible debemos empujar en la búsqueda de una alternativa rupturista, con la apertura de un proceso constituyente en clave republicana. Porque ¿qué más tiene que ocurrir para que éste cristalice?

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