martes, 19 de enero de 2016

POR UNA IZQUIERDA RUPTURISTA

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2016/01/19/izquierda-rupturista/707049.html

En mi artículo del pasado día 4 en LA OPINIÓN, especulaba con la posibilidad de un pacto a tres bandas (PP, PSOE y Ciudadanos) para la formación de Gobierno, hipótesis que, a raíz de los recientes acuerdos para la constitución de las Mesas del Congreso y del Senado, sigo creyendo que no es descabellada. Además, también abogaba por que las fuerzas políticas que están por el cambio se pusieran de acuerdo para configurar un Gobierno progresista. Pero, al día de hoy, ello parece difícil: además de los recelos mutuos de los actores llamados a la consecución de ese pacto de izquierdas, una dificultad añadida tiene que ver con la deriva soberanista de Cataluña. Aunque el presidente de la Generalitat ha rebajado la tensión afirmando que la independencia no es inminente, desde todos los ámbitos (políticos, económicos, mediáticos...) se está forzando la constitución de un Gobierno de coalición o en minoría que tendría como prioridad absoluta el frenar ese proceso independentista, pese a la situación de emergencia social que vive el país.
Pero ¿y si, pese a todo, fuera posible un Gobierno de izquierdas? La primera dificultad es puramente aritmética: a las reticencias mutuas que vienen mostrando estos días PSOE y Podemos se une el hecho incuestionable de que, junto al de UP-IU, necesitarían el apoyo de formaciones políticas nacionalistas o la abstención de Ciudadanos, cosa bastante improbable. Precisamente esa heterogénea composición de los llamados a pactar dificultaría la adopción de acuerdos para las reformas de alcance que necesita el país. Pues, aunque parece haber bastante coincidencia en que las tareas inmediatas que debería abordar ese Gobierno serían un plan de choque contra la pobreza y la desigualdad, la derogación de las leyes más impopulares (LOMCE, Ley Mordaza...), un pacto educativo y medidas de regeneración democrática, no habría tal consenso en la adopción de otras medidas, de corte más drástico, que supusieran un ruptura radical con el régimen surgido de la Constitución de 1978.
En lo tocante a las propuestas de reforma constitucional, otro de los temas que diversas formaciones políticas han destacado como inaplazable, la dificultad estriba en lo estipulado en los artículos 167 y 168 de la Constitución, pues el PP, con 123 diputados, puede ejercer la minoría de bloqueo (para la que le bastan 117 votos). Está claro, pues, que un hipotético Gobierno progresista debería centrarse en lo más urgente e inmediato con la vista puesta en unas elecciones (a lo más tardar, a dos años vista), de las que podría surgir un potente bloque de izquierdas con vocación de adoptar medidas realmente rupturistas.
Romper amarras con el régimen de la Transición implicaría, sin pretender ser exhaustivo, la adopción de medidas tales como la denuncia de los Acuerdos con el Vaticano de enero 1979, para avanzar hacia un Estado realmente laico; una nueva Ley de Memoria Histórica que, mediante la declaración previa de ilegalidad del régimen franquista y de los procesos sumarísimos y sin garantías jurídicas contra las víctimas de la dictadura, dé cumplimiento a los requerimientos de la ONU para la reparación debida a esas víctimas y sus familiares, la exhumación de las miles de fosas comunes aún existentes por toda nuestra geografía, y la eliminación de todo vestigio de ese criminal régimen en calles y plazas de nuestros pueblos; la reforma constitucional del Título II, artículos 56 y 57, para limitar las prerrogativas y privilegios de la Corona; la culminación del proceso autonómico, para diseñar un Estado federal solidario con vocación republicana, y abriendo el debate en torno a la Jefatura del Estado; la regulación más democrática del derecho de consulta, mejorando ese supuesto contemplado en el artículo 92 de nuestra Carta Magna; una decidida apuesta por una reforma fiscal progresiva que permita atajar el fraude, frenar el déficit público e implementar un plan de creación de empleo con la finalidad de aumentar ingresos y de garantizar la viabilidad de las pensiones; mayor intervención del Estado en sectores económicos estratégicos (energía, transporte, agua...); una banca pública que potencie la financiación de pymes y autónomos, con reformas como la adecuación de la fiscalidad de éstos al volumen de facturación; una protección especial a las víctimas de la violencia machista, la xenofobia y el racismo; garantizar las prestaciones de la Dependencia; y, en política exterior, un alineamiento claro con los países del sur de Europa con gobiernos progresistas (Portugal, Italia, Grecia, Francia), para frenar las políticas de recortes dictadas por la Troika que están empobreciendo a grandes capas de la población.

Está claro que estas medidas, superadoras del régimen surgido de la Transición, sólo pueden aplicarse por una izquierda potente, rupturista, perfectamente conectada y nutrida con las movilizaciones de los colectivos sociales, una izquierda consolidada en generosos procesos de confluencia, renovada y sin fisuras, que obligaría al PSOE -cautivo hoy tanto de sus responsabilidades de Estado como de su inercia continuista en la línea de tibieza que ha venido caracterizando a la socialdemocracia europea-  a 'mover ficha'. Una izquierda que, precisamente porque estamos en una época de cambios e incertidumbres, es más necesaria que nunca.

domingo, 10 de enero de 2016

LA EDUCACIÓN EN EL SIGLO XXI

Interesantísimas jornadas sobre la Educación en el siglo XXI, organizadas por la Asociación de Pensionistas y Jubiladxs de STERM-Intersindical, en colaboración con la Universidad de Murcia y otras instituciones. Si desplegáis el MENÚ, arriba a la derecha, aparece información sobre la organización de las mismas, la programación diaria, una fotogalería, la programación en otras localidades de la Región y los cursos junto a las jornadas.

http://jornadas-sobre-educacion-s-xxi.webnode.es/




martes, 5 de enero de 2016

La pelota, en el tejado del PSOE


http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2016/01/05/pelota-tejado-psoe/703728.html

Tras el 20D, los dos principales partidos que han venido sustentando el régimen del 78 han sufrido un serio varapalo en las urnas, lo que ha conducido a una fragmentación del Parlamento que ha de constituirse el próximo día 13, una situación nueva en nuestra corta etapa democrática. Como es sabido, los artífices de la Transición diseñaron una ley electoral pensada tanto para dar cabida a las formaciones nacionalistas, como para alejar de la Cámara baja a los grupos minoritarios. Pero la irrupción de los partidos emergentes en esta última contienda electoral ha producido una cierta distorsión en ese esquema, diseñado para preservar intactos los privilegios de los de siempre. 

Confieso que, según iba conociendo los avances de resultados de la noche electoral, albergué cierta esperanza de que, por fin, fuera posible un Gobierno de izquierdas, tras la aciaga y ominosa presencia de Mariano Rajoy en el Ejecutivo. Pero la pelota estaba y sigue estando en el tejado del PSOE. Y no parece que tenga demasiada prisa en que baje de ahí para proseguir el juego. Empecé a intuir que este partido se desviaba del deseo expresado por un 21% de españoles (un Gobierno PSOE-Podemos-IU, con el apoyo de algunas formaciones nacionalistas) en una encuesta del CIS del pasado mes de julio, cuando, en la misma noche electoral, las declaraciones de Pedro Sánchez de intentar caminar en esa dirección fueron fulminantemente silenciadas por la inmediata intervención de los barones territoriales. A partir de ahí, la guerra se ha declarado en Ferraz. El anuncio, por parte de la dirección federal, del aplazamiento del congreso, previsto para el próximo mes de febrero, fue su detonante. La posibilidad, además, de que se repitan las elecciones ha acelerado los planes de quienes desean poner fin al mandato del actual secretario general socialista. Por si eso fuera poco, el pacto que Pedro Sánchez alcanzó con los barones territoriales limita su posibilidad de sentarse a negociar con quienes, como Podemos e IU, plantean abiertamente un referéndum en Cataluña. 

Con este telón de fondo, con un partido, el PSOE, que es determinante en todas las combinaciones posibles para formar Gobierno, pero cuyo secretario general está maniatado por quienes, comoSusana Díaz, parece que sólo aspiran al poder a toda costa, ¿qué escenarios podríamos encontrarnos? Está claro que el PSOE, en una primera opción, está obligado a votar en contra en una posible investidura de Rajoy. Pero no está tan claro que esa fuera su postura en una segunda votación. En ese contexto, un eventual pacto de las fuerzas de izquierda para invalidar el deseo de Rajoy de permanecer en La Moncloa estaría condicionado por la tormenta que ha estallado en Ferraz. Un sector del PSOE, preso del vértigo de un viraje hacia la izquierda, propugna la celebración del congreso, en las fechas previstas (febrero), una nueva cara (¿Susana?) y... las manos libres para pactar. ¿Qué cosas? En materia económica, todo parece que seguiría igual (por las presiones de las empresas del Ibex 35, de Angela Merkel y de las instituciones comunitarias); se anunciarían leves retoques en la Constitución y en el modelo institucional para hacer frente al desafío soberanista en Cataluña, y a formar Gobierno. ¿Cuál? Un tripartito PP, PSOE y Ciudadanos. 

Es indudable que la crisis interna del PSOE ha hecho emerger a la superficie una especial sintonía de este partido con muchas propuestas de la derecha. El mismo Rajoy, tras reunirse con los líderes de los principales partidos, dijo coincidir con Pedro Sánchez y Albert Rivera en temas tales como la manida unidad de España, las políticas económicas, el papel de España en la UE y la lucha contra el terrorismo. Está claro que, de darse este supuesto, el PSOE perdería muchos apoyos entre sus votantes y se enemistaría con sus bases, pero la presión de los poderes fácticos aleja a este partido de veleidades izquierdistas. En ese sentido, tengo para mí que las líneas rojas que han trazado los dirigentes territoriales del PSOE, y que hacen bastante inviable un proceso negociador para la configuración de un Gobierno de izquierdas (esto es, la unidad de España y, consecuentemente, su negativa al referéndum de Cataluña -situación que podría salvarse mediante la negociación-), no son sino un pretexto para seguir anclados en el inmovilismo, en las viejas prácticas y en la vieja política. Porque, pese a su clara debacle electoral, el PSOE está en disposición de acordar un Gobierno con Podemos, IU y algunos grupos nacionalistas, que de inmediato debería abordar un plan de choque contra la desigualdad y la pobreza, con una política de intervencionismo estatal en sectores claves de la economía, conformar, mediante la reforma constitucional, un nuevo marco de convivencia y, en sintonía con los países del sur de Europa (Italia, Grecia, Portugal y Francia), hacer frente a las políticas neoliberales impuestas por la Troika y el FMI, lo que abriría el camino a un nuevo diseño de la Unión Europea. 

Es el deseo de muchos votantes de izquierdas, como expresé arriba. El PSOE y la izquierda no deben desaprovechar esta oportunidad.