miércoles, 23 de enero de 2013

CONTRA LA RESIGNACIÓN, REBELDÍA

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2013/01/23/resignacion-rebeldia/451099.html


Es claramente perceptible en la población europea, también en la española, un alto nivel de indignación. En nuestro país, está siendo directamente proporcional –más bien diría que en una progresión geométrica creciente- al grado de engaño y manipulación al que quieren tenernos permanentemente sometidos. Y motivos hay. Abundantes y también crecientes.
Ahora resulta que, una vez que las agencias de calificación de riesgo de la deuda (Moody’s, Standard&Poors y Fitch, entre ellas) han manipulado a su antojo, destrozando con sus agoreras previsiones las economías de Occidente y empobreciendo a millones de personas, nos anuncian que van a ser reguladas por el Parlamento Europeo. ¿Y por qué no se hizo antes?  Ítem más. Uno de los máximos responsables también de la condena a la pobreza y desesperación de millones de familias en todo el mundo, el Fondo Monetario Internacional (FMI), afirmó hace unos días que quizás las políticas de ajuste aplicadas en algunos países europeos, entre ellos España, han sido excesivas y han propiciado el estancamiento económico. Precisamente el FMI, responsable de la imposición de todas las políticas de ajuste estructural  habidas y por haber en el mundo, viene ahora con esas recomendaciones que suponen un atentado a la inteligencia. ¿Cabe mayor dosis de cinismo?
Charles Robertson, de Renaissance Capital, en un artículo publicado en elconfidencial.com predice que España saldrá del euro en 2014 por la imposibilidad de crear empleo, por lo que necesita la devaluación para que nuestra economía sea  competitiva y crezca, como en los años 80, cuando con un paro del 20% la devaluación de la peseta estimuló la creación de puestos de trabajo. Afirma, además, que su tesis dista mucho del momento de complacencia que viven los mercados y especialmente España, alimentado por algún dato positivo, como el desplome de los costes de financiación y la pérdida de fuerza de la petición de rescate. Robertson rastrea precedentes similares a su tesis de la salida del euro de España en el abandono del patrón oro por parte de EE UU y Reino Unido, al inicio de los años 30 del pasado siglo, a consecuencia de la crisis sobrevenida al crack de Wall Street. Y afirma que, ante los negativos efectos de los recortes sociales y laborales en España, se va a poner a prueba la fortaleza y resistencia de los españoles como nunca antes en la historia se ha hecho con una sociedad.
Tras oír esas previsiones, se entienden mejor, aunque muchos no compartimos, las apelaciones de Mariano Rajoy a soportar ciertas dosis de sufrimiento y paciencia ante un año 2013 particularmente difícil. Pero, antes al contrario, Robertson pronostica que, puesto que los españoles van a llegar a 2014 sin ninguna perspectiva de mejora, constatarán que Mariano Rajoy les ha fallado y la gente tomará las calles para exigir el cambio. “Aun si el Partido Popular aguantara hasta las elecciones de diciembre de 2015”, afirma, “es difícil que el electorado tenga paciencia y si bien en estos momentos no hay alternativa política tampoco nadie en Grecia había oído hablar de Alexis Tsipras antes de mayo de 2012, y en junio era uno de los candidatos plausibles a primer ministro”. (Con esta última reflexión, indudablemente se está refiriendo indirectamente al notable  ascenso electoral de IU, cuyo techo es difícil predecir hoy por hoy).
Es evidente, creo, que entre la población española cunde en estos momentos la resignación. Pero los poderes públicos son conscientes de que, en cualquier momento –como afirma Robertson- la gente puede pasar de la pasividad a la acción. No de otro modo, pues, hay que entender el proyecto de reforma del Código Penal impulsado por el ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, en cuyo texto, además de las modificaciones más llamativas, como la denominada prisión permanente revisable y la custodia de seguridad –cuestionadas por el informe del CGPJ-, aparecen temas tan sangrantes como la penalización de: la rebeldía ciudadana, la disidencia, la incitación a manifestaciones, la resistencia pasiva… Se trata, en definitiva, de anticiparse a lo que pueda venir de la calle e inculcar en la población el miedo. Así como en el ámbito del trabajo ese miedo viene determinado por una reforma laboral que trata de anular la capacidad de respuesta de las capas asalariadas, en lo social, se intenta que el temor a las represalias judiciales sea un elemento paralizante que anule la contestación ciudadana.
Pero no están los tiempos para recluirnos en los cuarteles de invierno. Precisamente porque la situación económica, social y política es particularmente grave, contra la resignación procede responder con las adecuadas dosis de rebeldía. Sería bueno darle la razón, en este tema, a Robertson.

martes, 8 de enero de 2013

MI NUEVA ETAPA

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2013/01/08/nueva-etapa/448859.html?fb_action_ids=522758461070649&fb_action_types=og.recommends&fb_source=aggregation&fb_aggregation_id=288381481237582

 
Cuando, amable lector, te asomes a este mi primer artículo del nuevo año, llevaré un día jubilado de la enseñanza. Con fecha 7 de enero, coincidiendo con mi 60 cumpleaños, habré cesado en la actividad que me ha ocupado casi 36 años de mi vida.
En mi anterior artículo (Aquellos años de adoctrinamiento) evoqué parte de la etapa de mi infancia y adolescencia en las aulas. Unos años después, recién estrenada mi posterior licenciatura en Geografía e Historia en la Universidad de Murcia, me esperaba el obligado servicio militar, en enero de 1976. Concluí la mili justo en el momento en que en España se convocaban las primeras elecciones a Cortes constituyentes, en junio de 1977. Días después, el título de licenciado me permitió acceder, por oposición, a una plaza docente en la EGB. Mi travesía por las aulas en aquella etapa me condujo a lugares como Portmán. Qué buenos dos años aquellos, en contacto con gente del pueblo y foránea, personas que ya por entonces cuestionaban el encenagamiento de la preciosa bahía por los vertidos incesantes de la multinacional Peñarroya.

Desde 1980 al 1989 disfruté de plaza definitiva de maestro en Vista Alegre -junto a Alumbres-, la barriada que me vio crecer. Estuve cómodo en mi lugar de origen, en el colegio del que incluso llegué a ser director durante un año. Cerca tenía, como padres de mis alumnos, a quienes habían compartido conmigo, años atrás, largas tardes estivales jugando al fútbol, en campos de juego improvisados.

Desde 1989 a 1994 encaminé mis pasos hacia la Huerta de Murcia. Mi traslado al colegio comarcal Antonio Monzón de Beniel me puso en contacto con una realidad social y cultural por entonces bastante ajena para quien, como yo, nunca había abandonado los aires del Campo de Cartagena. En el verano de 1993 cambié de cuerpo docente, al acceder a una plaza de secundaria. Tras unos años de actividad sindical me esperaban las aulas del recién estrenado instituto de Blanca, localidad en la que estuve desde el curso 2000-01 hasta el 2010, en que, pensando en mi retiro, me acerqué a Murcia. En el IES Miguel Espinosa han transcurrido estos dos últimos cursos de mi carrera. Y, tras este pasado primer trimestre, como dije arriba, me he despedido de las aulas.

Experimento, ante este hecho, una doble sensación. Por un lado, cómo no sentir un cierto vacío ante la renuncia a ejercer una actividad que ha colmado más de la mitad de mi vida. En estos años, el encontrarme casualmente con exalumnos que te recuerdan con cariño, que te reconocen la influencia que pueda haber determinado mi quehacer docente en sus vidas, es un motivo de satisfacción personal. Aunque mis encuentros con ellos se han dado con relativa frecuencia, recuerdo uno particularmente curioso. De regreso de Villarrobledo a Murcia, hace unos años, un joven  se acercó a saludarme cuando repostaba en la estación de servicio de Pozo Cañada. Me dijo que volvía a su pueblo desde su trabajo como montador en Bilbao. Se me presentó como exalumno. Lógicamente, yo no le recordaba, ni por su fisonomía ni, por supuesto, mucho menos por su nombre. Me recordó que yo había sido su maestro en segundo de EGB, nada menos que durante mi estancia en Portmán, allá por el año 1979. ¡Y de ese hecho hacía 25 años!

Pero junto a momentos gratos, en los que, cómo no, el contacto con compañeros y compañeras supone un acicate para estrechar los lazos de amistad e incrementar el enriquecimiento personal, es indudable que el alarmante deterioro de las condiciones laborales (que incluyen el incremento de la carga lectiva, el aumento de las ratios, la disminución salarial...), el recorte de gastos de funcionamiento en nuestros centros, la escasa, por no decir nula, labor institucional para elevar la consideración social de nuestro trabajo y tantos otros condicionantes negativos han hecho que muchos de nosotros, docentes vocacionales (porque sin vocación no es posible dedicarse este noble oficio de enseñar), hayamos entendido que el final de nuestra trayectoria docente pueda ser el momento idóneo para seguir enriqueciéndonos en lo personal, sin desdeñar destinar parte de nuestras energías a lo social. Y en esa nueva etapa estamos.

Quiero aprovechar mi columna quincenal de La Opinión (en este mes de enero se han cumplido ya trece años de permanencia en la misma) para, al despedirme de mi actividad profesional, mandar un emocionado abrazo a quienes, durante estos años, han compartido conmigo esta noble tarea, pues, en muchos casos, junto a su amistad, me han brindado todo el apoyo necesario para intentar aprender a enseñar.

También, cómo no, un emocionado recuerdo a mis alumnas y alumnos del IES Miguel Espinosa, mi último centro, pero también una consideración especial a mis exalumnos de centros y años anteriores. Porque quienes nos dedicamos a este oficio no sólo intentamos transmitir contenidos sino, sobre todo, inculcar valores. Y constatamos que todos, profesores y alumnos, nos enriquecemos mutuamente en nuestra cotidiana convivencia.