miércoles, 30 de noviembre de 2011

TOCA RESISTIR

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2011/11/30/toca-resistir/367861.html

DIEGO JIMÉNEZ

Las elecciones generales han pasado. Hasta la constitución de las nuevas Cortes, es el tiempo de los análisis. Aunque mucho se ha escrito ya sobre el tema, voy a aportar mi reflexión sobre los pasados comicios del 20N.

Una primera consideración. Quienes nos vinculamos a ese amplio campo ideológico de la izquierda tenemos escasos motivos para sentirnos satisfechos. Es cierto que el crecimiento electoral del partido ganador no ha sido tan relevante, pero en una Región como la nuestra el hecho de que casi 65 votantes de cada 100 hayan optado por configurar un mapa político de monopartido exclusivo (al margen de la legitimidad de ese triunfo electoral) no es precisamente un síntoma de salud democrática.

Está meridianamente claro que la fragmentación de la izquierda (IU, EQUO, Compromis, la izquierda nacionalista…) no favorece precisamente su avance electoral. Es cierto que IU, la tercera fuerza política en el ámbito estatal, ha duplicado los votos respecto de las elecciones de 2008, y que ha pasado de 2 a 11 escaños. Pero la amplia mayoría absoluta del PP y la escasa representación obtenida por otros pequeños partidos de la izquierda en el Parlamento (en virtud de una ley electoral injusta, que penaliza a las formaciones minoritarias) hacen muy difícil que las propuestas alternativas al rodillo neoliberal que va a imponerse a partir del 13 de diciembre (incluso dando por supuesto un viraje del grupo parlamentario socialista hacia planteamientos socialdemócratas, cosa que está por ver) puedan tener influencia determinante en la próxima legislatura.

Además, junto a la fragmentación de la izquierda, otro elemento fácilmente detectable es la disciplina de voto del votante de la derecha si lo comparamos con la oscilación del voto de izquierdas. Ello configura un ´techo electoral´, que en el caso del PP ha sufrido pequeñas oscilaciones en estos últimos años (10,8 millones de votos en las pasadas elecciones y 10,2 millones en 2008), mientras que la sangría de votos del PSOE ha sido notable (de 11,2 millones en 2008 pasa a 6,9 en las del pasado 20N). Pero esa pérdida de casi 5 millones de votos no ha ido a incrementar sustancialmente el apoyo a las formaciones políticas de la izquierda. IU ha captado cerca de un millón de esos votos. Pero, al margen de la irrupción de UPyD, que ha recogido parte de los descontentos del PSOE, habría que analizar por qué IU no ha podido capitalizar más claramente el voto de la rebeldía social, cuando está claro que las propuestas alternativas y la forma de transmitirlas han sido más nítidas que nunca.

Otra consideración. Tras la amplia repercusión mediática del movimiento de los indignados en las pasadas elecciones locales y autonómicas, sorprende la escasa presencia e influencia de dicho movimiento en estos últimos comicios. Analizando los resultados, su apelación a la abstención o al voto en blanco, por parte de muchos de sus activistas, apenas ha tenido reflejo electoral. Ya advertí en un artículo anterior que las propuestas de regeneración democrática y política del movimiento de los indignados, muy loables, estaban condenadas al silencio si éstos no eran capaces de establecer alianzas para canalizarlas a los ámbitos institucionales de toma de decisiones. En ese sentido, lo que para muchos periódicos extranjeros fue definido como ´Spanish revolution´ no ha tenido la continuidad y el protagonismo que le hubieran permitido incidir en la modificación sociológica de los comportamientos colectivos. También los electorales.

Por último, parece necesario y urgente recomponer un potente tejido asociativo ciudadano que sea el dique de contención ante los ataques que hemos venido sufriendo y, lo que es peor, ante los que están por venir, procedentes del neoliberalismo, versión actual del capitalismo de siempre, pero más voraz que nunca. La ciudadanía española ha de ser capaz de despertar de su letargo. Ha de alimentar y vivificar unos movimientos sociales que nutran y sustenten las actuaciones de los grupos de izquierda en el ámbito parlamentario. Para ello será preciso, además, que se produzca una convergencia real entre esas fuerzas políticas de izquierda para que, desprovistas de los recelos mutuos y desechando las ansias de un protagonismo estéril, se erijan en portavoces de las demandas ciudadanas. Nos esperan malos tiempos. Por ello hemos de sumar fuerzas para enfrentarlos. En estos momentos toca resistir.

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