martes, 1 de junio de 2010

Multilateralismo y crisis *


Tras la tensa etapa de George W. Bush en la Casa Blanca, Barak Obama acaba de anunciar un giro en la política internacional de EE UU. Hace unos días, presentó al Congreso una nueva estrategia de seguridad mundial por la que se pone fin a las guerras preventivas y se apuesta por la vía diplomática y la colaboración multilateral para la resolución de los conflictos. La Administración norteamericana reconoce el peso de potencias emergentes, como China, India y Brasil, preconiza la reconciliación con Rusia (pese a las últimas reticencias expresadas por este país por la instalación de lanzaderas de misiles en la frontera polaca) y la revitalización (¡ojalá que no sea sólo un deseo!) de las Naciones Unidas. EE UU admite que las cargas de este joven siglo no pueden recaer sólo sobre sus espaldas y, en relación con los enemigos naturales de aquel país, reconoce que ahora el peligro no procede de la ‘yihad’ (guerra santa), sino de Al Qaeda y sus aliados.

El cambio de estrategia de la Administración norteamericana no obedece a una súbita voluntad de reconocer, como así lo hace Alain Touraine, una pérdida de la hegemonía mundial, sino que viene dado por las circunstancias. Al empantanamiento que registran los conflictos de Iraq y Afganistán se suman las dificultades que enfrenta la Casa Blanca para controlar el auge del fundamentalismo islámico en Pakistán, la sempiterna amenaza, para la estabilidad de la región de Oriente Medio, del régimen iraní y la distorsión que suponen las posturas de fuerza de Netanyahu en Israel, país poco proclive a dar pasos decididos hacia la paz con el pueblo palestino. Y no sólo eso: la reciente matanza perpetrada por el Ejército israelí en un buque de la flotilla humanitaria que se dirigía a Gaza añade nuevos motivos de inseguridad. Por si fueran pocos esos problemas, el último hundimiento, el pasado mes de marzo, de la corbeta surcoreana ‘Chenoan’ por un submarino de Corea del Norte incrementa la tensión mundial.

Con respecto a Corea del Norte, es sabido que la guerra de los años 1950-53, un claro exponente de la tensión que registró la Guerra Fría, no supuso una solución al enfrentamiento entre las dos Coreas –separadas por el Paralelo 38- , que se alinearon, y siguen alineándose, con Rusia y China y EE UU, respectivamente. Empero, EE UU no está hoy en disposición, a diferencia de épocas pasadas, de plantar cara militarmente al régimen de Pyongyang, por lo que las reacciones norteamericanas al hundimiento del buque surcoreano no han pasado de tibias advertencias, en las instancias internacionales, hacia Corea del Norte. Ni siquiera se ha observado una posición de firmeza con respecto al rearme nuclear en aquel país. La diplomacia norteamericana es consciente de que tanto Rusia como China, miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y aliados del régimen norcoreano, podrían vetar cualquier resolución de condena en ese organismo. De ahí la débil y al mismo tiempo ambigua reacción de la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien, en su reciente visita a Seúl, no pasó de exigir, sin demasiada contundencia, el establecimiento de sanciones comerciales para el país agresor; sanciones que ya ha adoptado Seúl, al suspender el comercio bilateral con su vecino del Norte, perjudicado visiblemente por ello, en la medida en que sus intercambios comerciales con Corea del Sur suponen el 30% del comercio total.

Además de todas estas consideraciones, en el cambio de actitud de la Administración Obama hay, para mí, un motivo más de peso: es sabido que la indudable hegemonía militar que sigue ostentando EE UU en el mundo tiene su contrapartida en un lacerante déficit en sus cuentas públicas, suplido con la captación de capitales de varias zonas del planeta. Y, en ese sentido, hay que recordar que tanto Rusia como China son acreedores netos de los EE UU. Ello, unido a que en los últimos meses EE UU mantiene otras prioridades en política exterior, explica en parte la aparente ‘negligencia’ en la resolución de la crisis coreana, amén de que es notorio que la escalada militar no interesa hoy a nadie. Empero, lo que pueda ocurrir a partir de ahora es difícil de prever.

* Artículo publicado en La Opinión de Murcia el 1-6-2010


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